Alienígenas han aterrizado esta semana en mi cabeza. Con el correr de las horas, también fueron tomando parte de mi cuerpo, y mi corazón. Están por todas partes, dándose un festín mientras me ven llorar. El extremo que aún me pertenece escribe pidiendo rescate a gritos, con la garganta a punto de estallar.
He descubierto que a estas extrañas criaturas les fascina dormir largas horas cada día, comer poco y lo peor de todo, hacerme creer que se han ido, cuando lo único que hacen es fortalecerse y volver a atacarme para combatir con esos pedacitos de alma que aún responden a mi sonrisa.
Si nunca grité fue por miedo a que no quisieras escucharme. O peor, miedo a que me escucharás y no quisieras ayudarme. Sacame ese miedo, por favor.
1 comentario:
Cuánta ternura, por Dios...
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