Fue nuestra noche más ferviente. Fue lo que nunca fue con otra. Sólo a veces la recuerdo entre caricias ajenas y susurros desprevenidos. Aquel momento que conmovió la habitación tan llena de placer desprendido de los cuerpos. Fue mientras limpiaba su maquillaje que me dijo: "A mi nadie me iguala, corazón" y se hechó a reír. Y hoy, sin más, bebiendo mi último sorbo de café, no pude evitar pensar en que tenía toda la razón. Y puse a hervir más agua, porque esta noche ya no podré dormirme sin su calor.
sábado, agosto 7
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario