martes, junio 1

Entrás en la habitación y te das cuenta de que a partir de ese día nada fue lo mismo. Tenés una sonrisa diferente, los ojitos observan de otra manera. Hay algo que cambió en vos, y te alegra. Pero al mismo tiempo te da un poco de miedo... Aquello que puedas extrañar, aquello que quieras volver a abrazar. Estás nerviosa, las manos te sudan. Cada recuerdo y cada detalle que comenzás a empacar, lo envolvés bien con mucho papel de diario, así no puede quebrarse jamás. Si tuvieras cajas de acero para guardarlos, lo harías.

Sin embargo te das cuenta, que cuánto más papel les ponés, menos los sentís. Entonces los volvés a sacar hacia afuera para poder tenerlos a flor de piel. Y recapacitás y sonreís al darte cuenta de que son irrompibles por si solos. Que son fuertes de por sí, y que están recubiertos con tanto alma que nada puede dañarlos.

Tus últimos días sobre este suelo fueron, sin duda, los más lindos que hayas pasado. Sonreíste tanto que te dolió la boca, lloraste y bostezaste como nunca. Abrazaste y quisiste, conociste y te metiste dentro de las personas, para dejarles tu huellita una vez más.

Hoy finalmente te sentís sana.

No hay comentarios: