martes, noviembre 8

Tuve jaquecas. Me quejé. Necesité un cable a tierra, un cable a cielo. Golpes, cachetadas, espasmos, cubitos de agua en la cien. Agua helada en la nuca, sacudones violentos. Noches estáticas, mañanas histéricas, hiperactivas, hipoalergénicas. Listas interminables. Casilleros sin llenar. Verdadero o falso. Multiple choice. Preguntas con desarrollo, respuestas sin final. No respuestas. Un hacha, un leñador muy bonito con borcegos rojos. Pelo largo, precioso. Ímpetu, fuerza. Lágrimas, y caras raras que no había visto jamás. Piel suave. Casi extasiada me quede mirando a mi leñador, que asombrosamente fue para mi maravilla, una mujer como ninguna. Me golpeó, y ella misma nació. Con un poco de miedo me miro a los ojos, y supe que la amaba. Y que la iba a amar aún más cuando dejara el miedo atrás. La tomé de la mano, la invité a jugar. A recorrer el bosque, a buscar mariposas. Me encontró a mi, tirada en la pradera. Me desnudó.


"Júpiter, habiendo fijado en Metis, se la tragó para demostrarle su amor y después de hacerlo, tuvo un terrible dolor de cabeza. Le pidió a Vulcano, el dios del fuego y de los metales, que le golpeara con su hacha para abrirle el cráneo. Y al hacerlo, una mujer salió de su cabeza, perfectamente armada y protegida. Así nació la diosa Minerva".

1 comentario:

Maximiliano Di Salvia dijo...

Me gusta más la version Griega.