miércoles, febrero 9

Estabamos todos, ellos y yo. Sentados, riendo, disfrutándonos. Puedo afirmar que era el día perfecto de verano, era la piscina de los sueños. Tenía una escalera larga para subir, muy larga. Pero cuando llegabas a la base de la pileta, quedabas completamente asombrado con su belleza. Media aproximadamente cien metros cuadrados. No era convencional, su forma era ovalada y tenía azulejos blancos para recostarse y disfrutar del sol.
Eso estabamos haciendo, cuando de repente, una gran nube nos tapa el sol. Era muy gris y parecía estar algo enojada con todos. Comenzaron nuestros alaridos, gritándole, como si eso la espantara y nos dejara seguir bronceándonos. Asombrosamente, nuestros gritos ofuscados por su aparición, sí la espantaron.
Nuestras bocas se abrieron y la lengua se nos secó. El sol se estaba ocultando en un minuto, y eran recién las seis de la tarde. Todos nos miramos perplejos, porque no podíamos creerlo, aunque lo que vino a continuación fue tan inusual que no pudimos respirar por unos cuantos minutos.
El sol se ocultó y volvió a salir, como si pasaran dos días en cinco minutos. Y todos allí, en la maravillosa fuente de agua, mirando al cielo. Cuando ya nuestros ojos no podían asombrarse más, del Este la Luna se asomba poco a poco. Estaba cubierta de cayos, y el sol detrás de ella le daba un color rojizo. No podíamos sacar nuestra atención de ese espectáculo que sentimos tan dentro de la piel, quemaba.

Y me desperté.
Y el sol hoy no está, las nubes se apoderaron de su luz. Está nublado, y aunque el viento las quiere espantar, hoy son dueñas del cielo. Pero el quince de junio, hay sueños.




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