No es mentira si digo que muchos sacamos la angustia o el dolor mediante el arte. Fotografías, videos, letras de canciones o melodías para ellas. Y casi siempre llegamos al punto donde escribimos bien qué nos pasó, o se lo contamos a un amigo mientras viajamos en colectivo; y no es hasta ahí que nos damos cuenta la manera en la que hemos sanado. Te desnudaste y sólo supiste entregarte.
Es allí cuando admiramos aún más aquello que hemos experimentado de la mano de la pintura, de las cuerdas de una guitarra, de un redoblante, de una cámara, de nuestra voz. Elegiste no llorar por los ojos, decidiste una manera más pura de sacar afuera todo eso que te debilitaba.
Tratamos de no mirar atrás durante mucho tiempo, por miedo a que todo ese tumulto de cosas adictivas y que te marcaron, se vuelvan a mezclar con vos. De repente te das cuenta que todo eso sigue siendo parte tuya en tu presente, porque es simplemente lo que sos. Aprendés a convivir con ese sentimiento que jamás se va a ir, porque lo que te sucedió fue real.
Tan voraz como la voz que se devora tu angustia.Tan vertiginoso como el ángulo de una toma, directo al alma de tus actores. Tan envolvente como la pintura recorriéndote el cuerpo y llevándose la tempestad. Tan palpable como tus ganas de sentir hoy.
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